PARA REFLEXIONAR:

"Lo peor de la guerra no es que nos quite la vida, sino que nos quita la humanidad"

"¿Cómo podremos acabar con la guerra y la violencia si no valoramos, respetamos y cuidamos la vida humana desde su mismo comienzo?"

lunes, 2 de junio de 2014

EL OFICIO LITÚRGICO DE COMENTARISTA O COMENTADOR






ELABORADO POR:
Carlos Augusto Arias Vidales
Licenciado en Pedagogía Reeducativa en la Fundación Universitaria Luis Amigó (Medellín)
Estudios Filosóficos en el Seminario de Cristo Sacerdote (Yarumal, Ant.)
Pastoral y Evangelización
Publicado originalmente en
http://pastoralyevangelizacion.blogspot.com/2012/04/el-oficio-liturgico-de-comentarista-o.html (Eliminado)
jueves, 19 de abril de 2012




El Comentarista litúrgico es aquella persona que, en ciertos momentos claves, indica o aclara, mediante breves moniciones, el sentido y significado de determinados ritos de una celebración litúrgica, e invita a participar en ellos con el espíritu y la actitud debidos . Así mismo, en muchas partes, le corresponde proponer las intenciones de la Oración Universal y las de la presentación de ofrendas. En algunas partes, sus funciones se le asignan al Maestro de ceremonia; sin embargo, en pro de la clara diferenciación de funciones, es preferible que, en las celebraciones donde se requiera la participación de un Maestro de ceremonia, sus funciones estén debidamente separadas de las del Comentarista.

1. LAS MONICIONES

Las moniciones son breves exhortaciones que cumplen tres funciones básicas:

  1. Explicar el sentido o significado de un rito o de una ceremonia.
  2. Motivar e invitar a los fieles a participar en un rito o en una ceremonia.
  3. Describir los ritos mediante los cuales se realiza una ceremonia.

En la mayoría de las ceremonias, las moniciones cumplen sólo las dos primeras funciones; únicamente en celebraciones que tienen un carácter excepcional, tanto por su forma como por la poca frecuencia con que se celebran, se usan moniciones descriptivas, pero, en tal caso, estas últimas las realiza el Maestro de ceremonia.



Ahora, bien, cualquier parte de una ceremonia puede ser objeto de una monición; sin embargo, en la mayoría de lugares se ha adoptado como convención hacer en las ceremonias regulares tres moniciones típicas:

  1. La monición inicial (o monición de entrada): dependiendo de las costumbres de cada lugar, la ubicación de esta monición cambia: en algunas partes se hace antes de iniciar el canto de entrada; en otras, al terminar éste; y en otras partes, después del saludo litúrgico. Esta última, de acuerdo a las indicaciones del Misal Romano (Ordinario de la Misa, nº 3), es la ubicación más apropiada, aunque, en última instancia, es el Párroco del lugar quien decide en qué momento se hace esta monición.

    La monición inicial cumple con la función de explicar o resaltar el sentido y la importancia de la ceremonia particular que se celebra, y de invitar a los fieles a participar en ella dentro del espíritu y las intenciones particulares que congregan a los fieles (la solemnidad, fiesta o memoria que se celebra, el domingo, el sacramento que se celebra, la visita del obispo u otro personaje importante, el cumpleaños de alguien o el aniversario de una institución, etc.). Debe tenerse en cuenta que esta monición nunca incluye un saludo, pues como tal, el único que cabe hacer al inicio de una ceremonia religiosa, es el saludo litúrgico que realiza el presidente de la Asamblea. Ej. de una monición de entrada en un domingo del tiempo ordinario:

    Hermanos y hermanas, en este día, como todos los domingos, nos hemos congregado para celebrar el Misterio Pascual de Cristo, es decir, el acontecimiento glorioso de su Pasión, Muerte y Resurrección, por los cuales nos alcanzó la vida eterna. Conscientes y agradecidos por tan magnífico regalo del amor de Dios, participemos con entusiasmo y alegría en esta Santa Misa.
  2. La monición a la Liturgia de la Palabra: se ubica antes de dar inicio a la proclamación de las lecturas bíblicas del día. Su función es explicar el sentido de la Liturgia de la Palabra y motivar a escuchar atenta y devotamente la Palabra de Dios. En ella se puede hacer alusión a la Palabra de Dios como alimento espiritual, como enseñanza sagrada, como don de Dios; a Cristo como Palabra de Dios viva y encarnada; a la Liturgia de la Palabra como “mesa de la Palabra de Dios”; al Espíritu Santo que ilumina las mentes y el corazón para acoger, entender y obedecer el mensaje divino, etc. Ej. de una monición a la Liturgia de la Palabra en la fiesta de un santo:
    La Palabra de Dios es la espada espiritual con la que los santos y santas del Señor combatieron los ataques del pecado y del mal. Armémonos también nosotros con la sabiduría divina escuchando atentamente las lecturas bíblicas de hoy.
  3. La monición antes de la Comunión: su mejor ubicación es luego de la invocación del Cordero de Dios, antes de que el sacerdote comience a distribuir la Comunión a los fieles. Su función es explicar el sentido de la Comunión Eucarística, y motivar a recibirla de forma digna. Puede hacer alusión a Cristo que se entrega como alimento espiritual y corporal, como nuevo maná enviado por el Padre; a la Iglesia como comunión de los hijos de Dios; a la caridad fraterna con todos, especialmente con los más necesitados; a la pureza del alma requerida para comulgar, a la unidad del pueblo cristiano como imagen de la unidad de la Santísima Trinidad, etc. Ej. de una monición antes de la Comunión en la fiesta de la Anunciación:
    María fue el Sagrario Vivo que custodió en su vientre al Hijo de Dios hecho hombre. Hoy nosotros, al comulgar el Cuerpo de Cristo, por la gracia y misericordia de Dios, nos convertiremos también en Sagrarios Vivos de Cristo resucitado. Así, pues, acerquémonos a comulgar en actitud de profunda adoración.



Aparte de todo lo anterior, ha de tenerse en cuenta que:

  1. Las moniciones no son un espacio para hacer reflexiones ni para dar mensajes; esa es la función de la Homilía.
  2. La monición a la Liturgia de la Palabra no tiene por función hacer un resumen de las lecturas ni extraer la idea central de éstas; si se hace tal cosa, la hace el mismo sacerdote (o el diácono) al principio de la Homilía.
  3. La monición a la Liturgia de la Palabra se hace con respecto a la proclamación de las lecturas en particular, o con respecto a la Liturgia de la Palabra en general, NO con respecto a cada lectura.
  4. Las moniciones deben redactarse en forma breve y sencilla, evitando los rodeos, las palabras y expresiones rebuscadas o rimbombantes, la terminología sofisticada, teológica o filosófica.
  5. Las moniciones no se proclaman desde el ambón (o desde el atril destinado a la proclamación de la Palabra, según sea el caso), sino desde un atril ubicado en un lugar conveniente fuera del presbiterio.



2. LA ORACIÓN UNIVERSAL

En la oración universal, u oración de los fieles, el pueblo responde en cierto modo a la Palabra de Dios recibida en la fe y, ejercitando el oficio de su sacerdocio bautismal, ofrece súplicas a Dios por la salvación de todos. Conviene que esta oración se haga de ordinario en las Misas con participación del pueblo, de tal manera que se hagan súplicas por la santa Iglesia, por los gobernantes, por los que sufren diversas necesidades y por todos los hombres y por la salvación de todo el mundo. (IGMR, 69).

De acuerdo con esta cita de la Instrucción General del Misal Romano (IGMR), la Oración universal consta, básicamente, de cinco intenciones (por la Iglesia, por los gobernantes, por necesidades particulares, por todos los hombres y por la salvación del mundo); no obstante, en las celebraciones especiales (por ejemplo, la Confirmación, o el aniversario de una institución), se pueden ordenar y redactar de tal forma que respondan mejor al carácter especial o a las intenciones particulares de dichas celebraciones (cf. IGMR, 70).

La forma de realizar la oración universal es la siguiente: el sacerdote las introduce mediante un invitatorio; luego, el diácono (o un lector idóneo) propone a los fieles las intenciones, a las cuales estos se unen mediante una invocación común o mediante un silencio orante; y es terminada por el sacerdote con una oración conclusiva.

Cuando en la celebración hay un diácono, este propone las intenciones desde el lugar de la Palabra u otro sitio adecuado; pero, si no hay diácono, las puede proponer el comentarista, caso en el cual, aunque pueden ser propuestas desde el lugar de la Palabra, es preferible proponerlas desde el mismo atril desde el cual se leen las moniciones, ubicado en una parte conveniente fuera del presbiterio; aunque, si se opta porque las proponga un lector distinto al comentarista, sí es conveniente proponerlas desde el lugar de la Palabra.

En la práctica usual en nuestro medio, las intenciones de la Oración universal suelen ser cuatro, a saber:

  1. Por la Iglesia, sus necesidades, sus ministros en general; por el Papa, los obispos, los presbíteros, los diáconos, los religiosos y religiosas, los fieles laicos en general; la unidad de los cristianos.
  2. Por el mundo, sus necesidades, sus gobernantes; por la salvación del mundo, la conversión de los pecadores y de los no creyentes.
  3. Por los que tienen alguna necesidad particular.
  4. Por las necesidades de la comunidad local; por los congregados en la celebración.

Aunque no hay normas que regulen de forma precisa la manera de formular la Oración universal, ateniéndonos a lo que dice el numeral citado de la IGMR, acá nos atrevemos a hacer algunas recomendaciones a tal efecto:

2.1. El invitatorio

Aunque tanto el invitatorio como la oración conclusiva pueden ser dichos espontánea y libremente por el sacerdote, es conveniente que quien redacte las intenciones, redacte también aquellos. Para la redacción del invitatorio, debe tenerse en cuenta lo siguiente:

  1. El invitatorio no tiene más intención que motivar a los fieles a que dispongan su espíritu y su corazón para elevar a Dios las súplicas comunitarias; por ello, debe ser breve y conciso.
  2. Por lo anterior, el invitatorio se formula dirigiéndose directamente a los fieles.
  3. Aunque no es indispensable, no está demás conectar el invitatorio con la intención general expuesta en la monición de entrada; pero esto debe hacerse de forma taxativa o enunciativa, sin extenderse en explicaciones o reflexiones.
  4. Es conveniente formularlo de tal forma que la invocación con la que el pueblo se une a la oración no aparezca como “una pieza colocada a la fuerza”, sino que, más bien, quede claramente conectada con él.

El siguiente es un posible ejemplo de un invitatorio redactado teniendo en cuenta estas recomendaciones:

Hermanos y hermanas, en esta fiesta de María Auxiliadora, elevemos con confianza nuestras súplicas a Dios, diciendo:
POR LA INTERCESIÓN DE TU MADRE SANTÍSIMA, ESCÚCHANOS SEÑOR.

2.2. Las intenciones

De acuerdo con el nº 71 de la IGMR, las intenciones «deben ser sobrias, compuestas con sabia libertad y con pocas palabras y expresar la súplica de toda la comunidad». Para conseguir esto, hacemos las siguientes recomendaciones:

  1. Deben formularse de tal forma, que en cada intención se pida sólo por una necesidad.
  2. Cada intención consta, como máximo, de tres elementos:
    1. El encabezado. Es el elemento que inicia la intención, y puede referirse a un individuo, un grupo o una institución. Al redactarlo, se empieza con la palabra “Por…” seguida de aquél o aquellos por quienes se pide, separados del elemento siguiente por una coma o por un punto y coma según corresponda. Ej.: «Por la Iglesia y sus ministros, …».
    2. La petición. Es el elemento en el que se explicita la gracia o favor que se pide. Al redactarlo, se comienza por la expresión “para que…”, seguida de la petición, separada del elemento siguiente por un punto y coma o por un punto seguido. Continuando con el ejemplo anterior: «Por la Iglesia y sus ministros, para que no desfallezcan en su empeño por darte a conocer en todos los rincones del mundo. …».
    3. La conclusión. Es el elemento con el cual se invita a la comunidad a orar en común. Para ello, es usual servirse de una de las expresiones: «Oremos», «Roguemos», «Oremos al Señor», u otra similar, tras la cual, el pueblo aclama la invocación que se les propuso en el invitatorio. Unificando el ejemplo, quedaría así: «Por la Iglesia y sus ministros, para que no desfallezcan en su empeño por darte a conocer en todos los rincones del mundo. Oremos».
  3. No debe abundarse en intenciones: el número ideal es cuatro, seis como máximo.
  4. Deben formularse tomando en cuenta las intenciones generales de la celebración indicadas en la monición de entrada, así como las circunstancias presentes del mundo, de la Iglesia y de la comunidad.

2.3. La oración conclusiva

La oración conclusiva debe redactarse teniendo en cuenta que:

  1. Su finalidad, es tomar el conjunto de las intenciones para presentárselas a Dios, rogándole que nos conceda cuanto le pedimos.
  2. Por ello mismo, se dirige directamente a Dios, al Padre, al Señor, o a Jesús, o a cualquiera de sus apelativos.
  3. Si en el invitatorio no se hizo la conexión con las intenciones generales de la celebración, tal conexión puede hacerse acá. De lo contrario, no, para evitar ser demasiado repetitivos.
  4. Se concluye con la terminación corta, según el caso: «Por Cristo, Señor nuestro. Amén» (cuando se dirige a Dios o al Padre); «Tú, que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén» (cuando se dirige a Jesús).

Este es un ejemplo de una oración conclusiva en un Domingo de Navidad:

Dios Padre, que enviaste a tu Hijo al mundo para hacernos merecedores de tus gracias y dones, acoge benevolente las súplicas que te hemos dirigido en su nombre. Por Cristo, nuestro Señor. Amén.



3. LA PRESENTACIÓN DE OFRENDAS

Es muy común, sobre todo en nuestros países latinoamericanos, la realización de la procesión y presentación de ofrendas. Propiamente, lo que se presenta es el pan y el vino litúrgicos (ofrendas sagradas de comunión con Dios), así como la ofrenda económica y en especie (ofrendas de comunión solidaria con la Iglesia y con la humanidad, especialmente con los hermanos más necesitados).

Sin embargo, como expresión de la riqueza cultural y de los sentimientos peculiares de nuestros pueblos, de hace tiempo atrás se ha acostumbrado a hacer también otros tipos de ofrendas, la mayoría de las veces, de carácter meramente simbólico.

Tomando en cuenta lo anterior, hacemos las siguientes aclaraciones:

  1. Las ofrendas deben ser “reales”, no meros símbolos.
  2. Como consecuencia de lo anterior, lo que se presenta como “ofrenda” debe ser, efectivamente, algo que se da, que se dona a la Iglesia para atender a sus necesidades, o para que ésta atienda a las necesidades de los más pobres.
  3. Así mismo, cuando se presentan el pan y el vino como signos del alimento espiritual, o del Cuerpo y la Sangre de Cristo, o de la Comunión con Dios y con los hombres, etc., lo que se debe presentar son el pan y el vino litúrgicos que se han de consagrar en la misma celebración.
  4. Por todo lo anterior, no se vale tomar prestados (de la casa cural o de la sacristía) objetos o cosas para hacer la presentación de ofrendas, pues no hay don cuando lo que se presenta, de por sí ya pertenece a la Iglesia.
  5. Tampoco se vale hacer presentación de ofrendas con cosas que, una vez terminada la celebración, son recogidas nuevamente por quien las presentó. No hay ofrenda cuando se reclama como propio lo que se presentó.
  6. Aparte de lo anterior, no es conveniente abundar en ofrendas; con tres o cuatro son suficientes; y entre ellas, siempre se deben contar el pan y el vino litúrgicos, ya sea que se presenten conjuntamente o por separado.
  7. En cuanto al orden, sólo debe tenerse en cuenta que el pan y el vino siempre se presentan de últimos, como signo de que son la ofrenda por excelencia, la que recoge y contiene a todas las demás.

Ahora bien, a menudo no es al comentarista, ni al Maestro de Ceremonias, ni al guionista (suponiendo, pues, que se disponga en la parroquia de todos estos servidores), sino a un Comité Litúrgico, a quien corresponde seleccionar las ofrendas que se han de presentar en una ceremonia determinada.



Por otra parte, la procesión y presentación de ofrendas suele presentarse de dos formas:

  1. Primera forma
    1. Con suficiente anticipación, quienes han de portar las ofrendas, se hacen a la entrada del templo, o en el sitio donde se tengan dispuestas las ofrendas, y se preparan tomándolas en sus manos.
    2. El sacerdote, terminado el rito precedente (que puede ser la Homilía, el Credo o la Oración universal) se sienta en la cede (que es lo preferible, sobre todo en el caso de que quien presida la ceremonia sea un obispo), o se ubica de pie frente al altar.
    3. Mientras tanto, el comentarista o el lector se ubica en el atril, ubicado en un sitio conveniente fuera del presbiterio.
    4. El comentarista, o el lector, anuncia la ofrenda que se va a presentar (Por ej.: «El Cirio encendido»).
    5. Tras ello, quien porta la ofrenda comienza a caminar hacia la entrada del presbiterio, mientras el comentarista o el lector hace la presentación de la ofrenda.
    6. Al llegar a la entrada del presbiterio, quien porta la ofrenda hace una venia al altar, y se voltea de cara al pueblo, elevando un poco, si es posible, la ofrenda, y espera a que el comentarista o el lector termine de leer la presentación de la ofrenda.
    7. Cuando el lector o el comentarista termine de hacer la presentación de la ofrenda, quien la porta se acerca al sacerdote y le hace entrega de la ofrenda.
    8. El sacerdote recibe la ofrenda y se la pasa al diácono, si lo hay, o si no, a uno de los acólitos o monaguillos (que sea capaz de soportar el peso de la ofrenda), el cual la deposita en una mesa ubicada para este efecto cerca al altar; o sobre el altar, si se trata del pan y el vino.
    9. Del mismo modo se procede con las demás ofrendas.

  2. Segunda forma
    1. El sacerdote, el comentarista o el lector, y quienes portan las ofrendas, se ubican de la misma manera que se indicó en la primera forma (nos. 1-3).
    2. Se da inicio al canto de ofertorio y, simultáneamente, quienes portan las ofrendas comienzan a caminar lentamente en procesión hacia el altar, hasta que lleguen a una distancia prudente de él.
    3. Entonces, se detiene el canto de ofertorio y quien porta la primera ofrenda se adelanta hacia la entrada del presbiterio, hace la debida reverencia al altar, se voltea de cara al pueblo y eleva un poco, si es posible, la ofrenda.
    4. Luego, el comentarista o el lector hace la presentación de la ofrenda.
    5. Se procede en lo demás como se indicó en la primera forma (nos. 7-9).
    6. Después, quien porta la segunda ofrenda se adelanta hacia la entrada del presbiterio, y se procede en lo que sigue como ya se indicó.

    Obviamente, si se elige una forma u otra, es cuestión de gustos. Acá recomendamos la segunda forma apuntalándonos en dos principios:

    1. En la liturgia debe evitarse las carreras y apresuramientos, y esto no se consigue siempre con la primera forma de hacer la procesión y la presentación de las ofrendas, pues a menudo, quien porta la ofrenda debe caminar de forma apresurada para poder llegar a la entrada del presbiterio antes de que se termine de leer la presentación.
    2. Deben propiciarse, dentro de la liturgia, espacios de silencio contemplativo y meditativo, lo cual se logra mejor en la segunda forma, en la cual el pueblo espera sentado en silencio, mientras que la procesión avanza al son del canto de ofertorio; así como en los espacios de silencio que se crean entre los momentos en los que quienes portan la ofrenda se acercan a la entrada del presbiterio y los momentos en que el comentarista o el lector comienza a hacer la presentación de cada ofrenda.

    Teniendo claro todo lo anterior, ahora sí nos podemos centrar en lo que más propiamente le corresponde al comentarista. En cuanto a ello, es bueno tener en cuenta lo siguiente:

    1. Al igual que se dijo de las anteriores dos funciones del comentarista, acá es conveniente ser concisos y precisos en la forma de redactar la presentación de una ofrenda determinada.
    2. También es conveniente que se use un lenguaje claro y sencillo, que, siendo no obstante elegante y decoroso, esté al alcance de todos cuantos participen en la ceremonia.
    3. En cuanto a la forma, puede variar mucho de un lugar a otro; acá, proponemos los siguientes elementos en la redacción de la presentación de una ofrenda:
      1. Encabezado: es el elemento en el cual se enuncia la ofrenda que se presenta. Un ej. de la forma más habitual, y también la más recomendable, es así: «Señor, te presentamos la SAGRADA BIBLIA,…». Es conveniente, como se ve en el ejemplo, resaltar aquello que se presenta como ofrenda.
      2. Significado: es el elemento en el que se explica el significado o el simbolismo de la ofrenda. Continuando con el ej. anterior: «…signo de tu Palabra Viva que ilumina a los hombres de todos los tiempos; …».
      3. Conclusión: aunque en muchas partes no se hace, es recomendable terminar la presentación de la ofrenda invitando a los fieles a unirse a la oración con una invocación común. Las más usuales son: «Recíbel@, Señor» y «Te l@ presentamos, Señor».
      En aquellos casos en que se haya optado por no hacer Oración universal, es posible, e incluso conveniente, añadir luego del significado y antes de la conclusión, otro elemento: la súplica, consistente en una plegaria de petición; en el caso del ejemplo desarrollado, podría ser: «con ella te presentamos también a todas las personas que esparcen por el mundo la luz de tu Verdad, para que las sigas fortaleciendo en su celo pastoral». En tal caso, la conclusión más conveniente es: «Escúchanos, Señor». De este modo, integrando nuestro ejemplo, quedaría así:

      Señor, te presentamos la SAGRADA BIBLIA, signo de tu Palabra Viva que ilumina a los hombres de todos los tiempos; con ella te presentamos también a todas las personas que esparcen por el mundo la luz de tu Verdad, para que las sigas fortaleciendo en su celo pastoral. Escúchanos, Señor.



VERSIONES IMPRIMIBLES

En Scribd.com:

_ElOficioLiturgicoDeComentaristaOComentador


O puedes descargarlo desde aquí en formato PDF



FUENTE:

MISAL Romano. Conferencia Episcopal de Colombia - Departamento de Liturgia : Bogotá, 2008.



domingo, 1 de junio de 2014

LOS SIETE SACRAMENTOS. Catequesis General para niñ@s de 6 - 12 años






ELABORADO POR:
Carlos Augusto Arias Vidales
Licenciado en Pedagogía Reeducativa en la Fundación Universitaria Luis Amigó (Medellín)
Estudios Filosóficos en el Seminario de Cristo Sacerdote (Yarumal, Ant.)
Pastoral y Evangelización
1 de junio de 2014



Querid@ catequista, te ofrezco este material para trabajar la catequesis sobre los Siete Sacramentos con niñ@s de 6 a 12 años. Espero que te sea de gran ayuda. La catequesis está conformada por ocho temas y tres propuestas de evaluación. Cada tema está constituido de dos hojas: 1a, la Ficha de Trabajo del día, en la cual encontrarás una breve y sencilla exposición doctrinal del tema y tres actividades lúdicas de refuerzo del tema; y la 2a, la Ficha de Resumen, en la cual encontrarás unos dibujos para colorear, asociados a unas cuantas preguntas o títulos a resolver sobre los aspectos más significativos del tema del día.

La temática doctrinal que te presento en esta catequesis es tomada del Catecismo de la Iglesia Católica (o "Catecismo de Juan Pablo II", como lo llaman muchos); dado el público tan heterogéneo al que va dirigido, su contenido es muy básico. No obstante, no niego la posibilidad de que algunas cosas sean un poco "duras de digerir" para l@s niñ@s; te ruego que cualquier problema en este sentido, no dudes en escribirme para notificármelo, y si es del caso, para hacerme sugerencias. Te aseguro que lo más pronto posible daré una solución a los inconvenientes metodológicos que puedan presentar las fichas.

Ahora bien, por lo básico de estos contenidos, te encontrarás conque la mayoría de las cuestiones no están tratadas muy profundamente; es más, algunas incluso apenas sí están enunciadas, enumeradas, sin ningún desarrollo. Frente a esto puedes tomar una de dos opciones:

  • En todos los casos, deberás profundizar por tu propia cuenta, yendo en primer lugar a la fuente primaria, el Catecismo de la Iglesia Católica, y luego a otras fuentes que conozcas o que encuentres; de esta forma obtendrás las bases suficientes para explicarle a l@s niñ@s, sin olvidar, por supuesto, adaptar el mensaje y el lenguaje a la edad de l@s niñ@s que evangelizas.

  • Sin embargo, hallarás algunas cuestiones que, sobre todo en el caso de l@s más pequeñ@s, interesa principalmente que sean memorizadas... ya llegará un momento más propicio para asegurarse de que las profundicen y comprendan; en tal caso, entonces, sugerimos que las repitas con l@s niñ@s hasta que se las aprendan de memoria.

Por otro lado, seguro te preguntarás: "¿Cómo trabajar con estas fichas?". Pues bien, la primera tentación que uno puede tener es entregárselas a l@s niñ@s para que ell@s trabajen sol@s... pero éste es un grave error... créeme, yo ya lo cometí... y varias veces. El problema de esto es que l@s niñ@s, incluso después de llevar tiempo trabajando con las fichas, se sienten más interesados por las actividades que por la lectura... y por ello, van directamente a aquellas, sin leer el tema. Por ello, lo más recomendable es:

  • Una vez que se les ha distribuído a todos las fichas, ir leyendo en voz alta el tema, párrafo por párrafo, turnando a l@s niñ@s en la lectura. Esto último es muy importante porque, cuando el catequista es la única persona que lee, encuentro tras encuentro, l@s niñ@s fácilmente tenderán a percibir esta actividad como monótona y poco interesante, y acabarán distrayéndose y, posiblemente, molestando; en cambio, cuando ell@s mism@s van leyendo, y luego de cada párrafo leído el catequista hace la respectiva explicación, o les hace preguntas , l@s niñ@s se sienten más motivad@s a prestar atención y a participar activamente.

  • Luego de la lectura, se pasa a la realización de las actividades. Acá es muy importante que el catequista tenga cuidado con una cosa: l@s niñ@s habitualmente tenderán a preguntarle qué hay que hacer... si el catequista se dedica a explicarles inmediatamente... en cada encuentro tendrá que hacer lo mismo... y esto le restará ritmo al trabajo... Por ello, lo mejor es que, una vez terminada la lectura, le pida a l@s niñ@s, para empezar, que se ubiquen donde dice: "Actividad No. 1", y le solicite a un@ de ell@s que lea lo que dice allí; una vez hecho ésto, invita a l@s mism@s niñ@s que expliquen qué hay qué hacer; si luego de varios intentos, l@s niñ@s no logran explicar satisfactoriamente la actividad, entonces ahí sí entra el catequista a explicarla, para finalmente pasar a su realización. Y del mismo modo procederá con las otras actividades. Procediendo así, verás que al cabo del tercer o cuarto encuentro, no hará falta explicarle a l@s niñ@s cómo resolver las actividades.

  • Por último, se le entrega a l@s niñ@s la segunda hoja, y se les explica qué hay que hacer... que básicamente consiste en resolver dos o tres cuestiones sencillas tomadas del tema, y colorear los dibujos.


Para finalizar, te aclaro, que con l@s niñ@s de 6 y 7 años puede ser un poco dispendioso trabajar estas fichas, puesto que la gran mayoría de ell@s apenas están aprendiendo a leer y escribir; pero manejadas convenientemente, y con mucha paciencia y amor por l@s pequeñ@s, se puede trabajar también con ell@s.



Puedes observar las distintas páginas de la cartilla, utilizando los controladores de desplazamiento que están en la parte inferior del visor. Para descargarla, clickea en "Download", ubicado en la parte superior. Si tienes alguna dificultad en el proceso de descarga, puedes clickear aqui para descargarlo directamente, o puedes escribirme a mi e-mail: carlosav10arias@hotmail.com, y con mucho gusto te enviaré el original en formato pdf.

Si tarda mucho en visualizarse el archivo, clickea sobre el título que aparece inmediatamente debajo para abrirlo directamente en Scribd.com.

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sábado, 31 de mayo de 2014

OPINIONES A VUELAPLUMA 03

"En Colombia, los católicos somos mayoría, pero una mayoría políticamente muda, silenciosa, inactiva... indiferente. Si no despertamos, dentro de poco tiempo nos quitarán, no sólo el derecho a vivir y expresar libremente nuestra fe, sino hasta el derecho a creer en Dios"

¿ES JESÚS EL ARCÁNGEL MIGUEL?






ELABORADO POR:
Carlos Augusto Arias Vidales
Licenciado en Pedagogía Reeducativa en la Fundación Universitaria Luis Amigó (Medellín)
Estudios Filosóficos en el Seminario de Cristo Sacerdote (Yarumal, Ant.)
Pastoral y Evangelización
Publicado originalmente en:
22 de marzo de 2013






Existen grupos religiosos[1] que aseguran que Jesucristo no es Dios, sino que es un ser espiritual poderoso, al que algunos identifican con el Arcángel Miguel, el cual existía desde antes de la creación, luego vino a la tierra asumiendo la “personalidad” de Jesús de Nazaret, y tras su resurrección, asumió nuevamente la “personalidad” del arcángel Miguel. ¿En qué se basan para asegurar tal cosa? Y ¿Qué debemos tener en cuenta los católicos, con respecto a ello, para no dejarnos confundir en nuestra fe?

I.

Uno de los argumentos que suelen esgrimir quienes sostienen que Jesús y el Arcángel Miguel son la misma persona, es el hecho de que algunos personajes de la Biblia tienen dos nombres; tal ocurre con Abraham, con Jacob, y con el apóstol Pedro, por citar algunos ejemplos. Sin embargo, siempre, en algún pasaje de la Biblia, se referencia que a quien llaman de determinado modo, es el mismo al que llaman de tal otro modo; los puedes verificar tú mismo, buscando en tu Biblia[2]:

  • Abram / Abraham: «No te llamarás más Abram, sino que tu nombre será Abraham, pues padre de muchedumbre de pueblos te he constituido», (Gn 17,5 [3]).
  • Saray / Sara: «Dijo Dios a Abraham: «A Saray, tu mujer, no la llamarás más Saray, sino que su nombre será Sara», (Gn17,15).
  • Jacob / Israel: «En adelante no te llamarás Jacob sino Israel; porque has sido fuerte contra Dios y contra los hombres, y le has vencido», (Gn 32,29).
  • Simón / Pedro: «Caminando por la ribera del mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés, echando la red en el mar, pues eran pescadores», (Mt 4,18).
  • Saulo / Pablo: «Entonces Saulo, también llamado Pablo, lleno de Espíritu Santo, mirándole fijamente…», (Hch 13,9).
  • Mateo / Leví: comparar los tres pasajes siguientes:
    • «Cuando se iba de allí, al pasar vio Jesús a un hombre llamado Mateo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: “Sígueme”. Él se levantó y le siguió», (Mt 9,9).
    • «Después de esto, salió y vio a un publicano llamado Leví, sentado en el despacho de impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él, dejándolo todo, se levantó y le siguió», (Lc 5,27-28).
    • «Al pasar, vio a Leví, el de Alfeo, sentado en el despacho de impuestos, y le dice: “Sígueme”. Él se levantó y le siguió», (Mc 2, 14).
Ahora, ten en cuenta, en primer lugar, que en los evangelios solo se narran las vocaciones de los Apóstoles, y que al único publicano (Lc 5,27) que se cita en la lista de los apóstoles, es Mateo (Mt 9,9):
    • «Los nombres de los doce Apóstoles son éstos: primero Simón, llamado Pedro, y su hermano Andrés; Santiago el de Zebedeo y su hermano Juan; Felipe y Bartolomé; Tomás y Mateo el publicano; Santiago el de Alfeo y Tadeo; Simón el Cananeo y Judas el Iscariote, el mismo que le entregó», (Mt 10,2-4).
Es claro, pues, que “Mateo” y “Leví” son el mismo personaje; y si acaso a alguien le queda duda, es suficiente con que, en cada una de las tres citas referidas, siga leyendo los versículos que siguen después.
En cambio, no hay un solo texto en la Biblia que referencie, o un par de ellos que evidencien de forma clara e incuestionable, que Jesús de Nazaret sea también Miguel, el arcángel.

II.

Otro pasaje bíblico del que se valen es Jd v.9: «En cambio el arcángel Miguel, cuando altercaba con el diablo disputándose el cuerpo de Moisés, no se atrevió a pronunciar contra él juicio injurioso, sino que dijo: “Que te castigue el Señor” », y enfatizan que Miguel es presentado como el “arcángel”, palabra que significa “ángel principal”, y que en la Biblia a ningún otro personaje se le aplica este título; y añaden que, puesto que se utiliza el artículo “el” el arcángel), con ello se da a entender que no hay sino uno. Pues bien, empecemos por lo último: Gn 24,52 dice: «Cuando el siervo de Abraham oyó lo que decían, adoró a Yahweh en tierra». ¿Hemos de suponer, por este pasaje, que Abraham no tenía más que un siervo? Según esa lógica, sí; pero en el v.2 del mismo capítulo, hablando del mismo siervo, dice: «Abraham dijo al siervo más viejo de su casa y mayordomo de todas sus cosas:… »; es claro que se trata tan sólo de uno de los muchos siervos que Abraham tenía. Es decir, el uso del artículo “el” no implica necesariamente que sea el único en su clase, sino que es algo o alguien perteneciente a la categoría sustancial que se nombra, en el caso que nos ocupa, “arcángel”, sin excluir la posibilidad de la existencia de otros de la misma clase.

Por otra parte, ateniéndonos al significado de la palabra arcángel (“ángel principal”), no deja de llamar la atención que en la Biblia se llama con nombre propio sólo a tres ángeles:

Miguel:

  • Dn 10,13: «El Príncipe del reino de Persia me ha hecho resistencia durante veintiún días, pero Miguel, uno de los Primeros Príncipes, ha venido en mi ayuda. Le he dejado allí junto a los reyes de Persia», (Nótese que se le llama uno de los Primeros Príncipes).
  • Dn 10,21: «Pero voy a revelarte lo que está consignado en el Libro de la Verdad. Nadie me presta ayuda para esto, excepto Miguel, vuestro Príncipe», (“vuestro príncipe” es decir, el “príncipe de Israel”).
  • Dn 12,1: «En aquel tiempo surgirá Miguel, el gran Príncipe que defiende a los hijos de tu pueblo», (“el gran príncipe”… pero, como ya vimos, es uno de los primeros príncipes; y “gran” porque tiene la importante tarea de velar por el Pueblo de Dios).
  • Jd v9: «En cambio el arcángel Miguel, cuando altercaba con el diablo…».
  • Ap 12,7: «Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón».

Rafael:

  • Tb 3,16-17: «Fue oída en aquel instante, en la Gloria de Dios, la plegaria de ambos y fue enviado Rafael a curar a los dos:…», (“fue enviado Rafaél”, recordemos que, “ángel” es una palabra griega que significa “mensajero” o “enviado”).
  • Tb 5,4: «Salió Tobías a buscar un hombre que conociera la ruta y fuera con él a Media. En saliendo, encontró a Rafael, el ángel, parado ante él; pero no sabía que era un ángel de Dios».
  • Tb 12,15: «Yo soy Rafael, uno de los siete ángeles que están siempre presentes y tienen entrada a la Gloria del Señor», (¿Acaso esta expresión no suena a que se refiere a un “ángel principal”?).

Gabriel:

  • Dn 8,16: «…y oí una voz de hombre, sobre el Ulay, que gritaba: “Gabriel, explícale a éste la visión”», (la “voz de hombre” es, en realidad, la voz de Dios; y es claro que Gabriel es un mensajero –ángel- de Dios).
  • Dn 9,21-23: «…aún estaba hablando en oración, cuando Gabriel, el personaje que yo había visto en visión al principio, vino volando donde mí a la hora de la oblación de la tarde. Vino y me habló. Dijo: “Daniel, he salido ahora para ilustrar tu inteligencia. Desde el comienzo de tu súplica, una palabra se emitió y yo he venido a revelártela, porque tú eres el hombre de las predilecciones. Comprende la palabra, entiende la visión:…”», (una vez más, Gabriel realizando la función de “mensajero”).
  • Lc 1,19: «El ángel le respondió: “Yo soy Gabriel, el que está delante de Dios, y he sido enviado para hablarte y anunciarte esta buena nueva”», (“el que está delante de Dios”, ¿No te suena esto a uno de los siete ángeles de que habla Tb 12,15).
  • Lc 1,26-27: «Al sexto mes fue enviado por Dios el ángel Gabriel a una ciudad de Galilea, llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la casa de David; el nombre de la virgen era María», (¿Acaso no es lógico pensar que la importante tarea de anunciar el nacimiento del Redentor de la humanidad se le encomendara a un “ángel principal” y no a un ángel “común y corriente”?).

Si bien es claro que el título “arcángel” en la Biblia sólo se le aplica expresamente a Miguel, también es claro que, dentro del colectivo de los ángeles hay unos ángeles especiales (recordemos Tb 12,15; Dn 10,13 y Lc 1,19; unido a Ap 8,2: «Vi entonces a los siete Ángeles que están en pie delante de Dios; les fueron entregadas siete trompetas»), que tienen una relación más cercana con Dios, de los cuales las Sagradas Escrituras nos revelan que son siete, pero sólo nos manifiesta el nombre de tres: aquellos que desempeñaron un papel importante en la Historia de la Salvación revelada.

Finalmente, 1Ts 4,16 dice: «El Señor mismo, a la orden dada por la voz de un arcángel y por la trompeta de Dios, bajará del cielo, y los que murieron en Cristo resucitarán en primer lugar»; como puedes ver, en esta ocasión dice “un arcángel”, es decir, uno entre otros; luego, hay más de un arcángel.

Dos objeciones te pueden oponer a estos argumentos:

  1. Algunos consideran que el libro de Tobías (citado a propósito del ángel Rafael) es “apócrifo”, es decir, no lo reconocen como inspirado por Dios; pero la Iglesia Católica, fundamentada en la Tradición, atestigua que, desde los primeros tiempos este libro ha sido considerado como inspirado por el Espíritu Santo y que, por tanto, es parte de la Palabra Revelada puesta por escrito (la Biblia).
  2. En la Biblia denominada “Traducción del Nuevo Mundo” y en la “Reina - Valera”, 1Ts 4,16 es traducido así: «El Señor mismo descenderá del cielo con una llamada imperativa, con voz de arcángel y con trompeta de Dios»… ¿sí notas la diferencia? En la traducción de la Biblia de Jerusalén que te presentamos anteriormente se habla de que la “voz de un arcángel” dará una orden… en cambio, según estas traducciones de la Biblia, será el mismo Señor el que dará la orden, y su voz sonará como “voz de arcángel”; son dos cosas muy distintas (un par de párrafos más adelante volveremos a tratar sobre este versículo)… por eso, cuando dialogues con el fiel de una iglesia distinta a la católica, debes tener siempre a mano una traducción católica de la Biblia, para que puedas percibir las diferencias. Por supuesto, ellos tratarán de convencerte de que la traducción de la Biblia católica está mal hecha, pero no debes dejarte confundir.

Por lo demás, ante los otros argumentos que te presentamos para sustentar que hay más de un arcángel (siete, para ser exactos), no les quedará más remedio que dar “vuelta a la página” y tratar de meterse por otro lado.

III.

También te dirán que Jesús y el Arcángel Miguel son presentados con los mismos atributos y realizando las mismas acciones, y que, por tanto, deben ser la misma persona.

Por ejemplo, en el pasaje de 1Ts 4,16, que ya te presentamos, es claro que “el Señor” es Jesús; y puesto que, según la “Traducción del Nuevo Mundo” y la “Reina - Valera”, hablará “con voz de arcángel”, y como, según algunos, solamente hay un arcángel, que es Miguel, la consecuencia que sacan es que Miguel y el Señor (Jesús) son la misma persona. Ya ha sido aclarado que hay más de un arcángel y que, según la traducción de la Biblia de Jerusalén, es uno de ellos el que dará la orden, no el Señor mismo. Pero ateniéndonos a la traducción del Nuevo Mundo y de la Reina-Valera, también podemos razonar de esta forma: hablar con la voz de alguien, no significa ser ese alguien. En un primer sentido, hablar con la voz de alguien significa que la voz de quien habla suena parecida (o incluso hasta igual) a la de otro. Tal vez tú conoces a algún compañero tuyo que es capaz de imitar la voz de sus superiores o sus compañeros, hasta el punto que si la oyeras, sin ver a quien emite la voz, podrías pensar que quien habla no es tu amigo o compañero, sino la persona a quien imita. En otro sentido, probablemente alguna vez en tu vida habrás escuchado a un militar utilizar la expresión tener “voz de mando”, es decir, una voz que tiene autoridad y que, por tanto, es obedecida. Puesto que tradicionalmente se ha considerado que los arcángeles tienen a su mando las huestes celestiales, es decir, los ejércitos de los ángeles (como vimos que dice de Miguel Ap 12,7), y que a su orden, los ángeles obedecen sin tardar; entonces, decir que el Señor dará una orden con “voz de arcángel” no es más que un modismo para decir “con autoridad” sobre los ángeles, los cuales le acompañarán en el día del Señor. A este respecto, veamos las siguientes citas bíblicas:

  • Mt 13,41-43: «El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad, y los arrojarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. Entonces los justos brillarán como el sol en el Reino de su Padre. El que tenga oídos, que oiga».
  • Mt 16,27: «Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta».
  • Mt 24,30-31: «Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro».
  • Mt 25,31: «Cuando el Hijo del hombre venga en su gloria acompañado de todos sus ángeles, entonces se sentará en su trono de gloria».

Esta idea de “autoridad” está reforzada por las otras dos expresiones que la encuadran: “con una llamada imperativa”, es decir, una orden que no admite demoras, y “con trompeta de Dios”, ya que a los soldados del ejército se les convoca con el toque de trompeta; puesto que los ángeles conforman los “ejércitos de Dios”, es la trompeta de Dios la que los convoca… en resumen, son tres expresiones que, aunque dicen lo mismo, no son una repetición innecesaria, sino que es una forma literaria de enfatizar una idea: los ángeles se reunirán con presteza convocados por la autoridad de su Señor. Puedes ver pues, que la expresión “con voz de arcángel” no implica necesariamente que quien habla sea un arcángel, sino que quien habla tiene autoridad sobre los ejércitos celestiales.

IV.

Por otra parte, te dirán que en Ap 12,7 se describe a Miguel como un comandante al frente de las huestes angelicales que combatirán contra Satanás y que, del mismo modo, en Ap 19,11-16, se describe a Jesús como comandante de las huestes celestiales: «Entonces vi el cielo abierto, y había un caballo blanco: el que lo monta se llama “Fiel” y “Veraz”; y juzga y combate con justicia. Sus ojos, llama de fuego; sobre su cabeza, muchas diademas; lleva escrito un nombre que sólo él conoce; viste un manto empapado en sangre y su nombre es: La Palabra de Dios. Y los ejércitos del cielo, vestidos de lino blanco puro, le seguían sobre caballos blancos. De su boca sale una espada afilada para herir con ella a los paganos; él los regirá con cetro de hierro; él pisa el lagar del vino de la furiosa cólera de Dios, el Todopoderoso. Lleva escrito un nombre en su manto y en su muslo: Rey de Reyes y Señor de Señores».

Pues bien, al leer Ap 19,11-16, ves que al final Jesús es presentado, más explícitamente, como “Rey de reyes y Señor de señores”, es decir como Emperador, como gobernante de un Estado Imperial. Empecemos a analizar esto por el orden cotidiano: tú sabes que, en nuestros Estados modernos, se dice que el Presidente de la república es el “Máximo comandante” de las fuerzas armadas, es decir, las fuerzas armadas, todas, están bajo su autoridad; sin embargo, el ejército suele tener un “comandante general” o un “brigadier general”, o cualquier otro título similar que se le dé en cada país a quien comanda más directamente el conjunto de las fuerzas armadas; ¿vas copiando lo que intento decirte? Pero, para el estudioso de la Biblia, las Sagradas Escrituras deben explicarse por sí mismas (en la medida de lo posible), por eso, veamos dos ejemplos que nos presenta la misma Biblia:

Saúl y Abner:

  • 1S 13,15-23: «Se levantó Samuel y partió de Guilgal para seguir su camino. Los que quedaban del pueblo subieron tras Saúl al encuentro de los hombres de guerra, y vino de Guilgal a Gueba de Benjamín. Saúl pasó revista a las tropas que tenía con él: había unos seiscientos hombres. Saúl, su hijo Jonatán y las tropas que estaban con ellos, se hallaban situados en Gueba de Benjamín, mientras que los filisteos acampaban en Mikmás. La fuerza de choque salió del campo filisteo en tres columnas: una columna tomó la dirección de Ofrá, en la comarca de Sual; otra tomó la dirección de Bet Jorón y la tercera tomó la dirección del alto que domina el valle de los Seboím, hacia el desierto. No había herreros en todo el territorio de Israel, porque los filisteos se decían: “Que no hagan los hebreos espadas ni lanzas”. Así todos los israelitas tenían que bajar a los filisteos para vaciar cada cual su reja, su hacha, su azuela o su aguijada. El precio era dos tercios de siclo por aguzar las azuelas y enderezar la aguijada. Y así ocurrió que el día de la batalla nadie, en toda la tropa que estaba con Saúl y Jonatán, tenía en la mano espada ni lanza. Las había sólo para Saúl y para su hijo Jonatán. Una avanzadilla de filisteos partió hacia el paso de Mikmás».
  • 1S 14,50: «La mujer de Saúl se llamaba Ajinoam, hija de Ajimaas. El jefe de su ejército se llamaba Abner, hijo de Ner, tío de Saúl».

David y Joab:

  • 2S 5,6-10: «Marchó el rey con sus hombres sobre Jerusalén contra los jebuseos que habitaban aquella tierra. Dijeron éstos a David: “No entrarás aquí; porque hasta los ciegos y cojos bastan para rechazarte”. (Querían decir: no entrará David aquí). Pero David conquistó la fortaleza de Sión que es la Ciudad de David. Y dijo David aquel día: “Todo el que quiera atacar a los jebuseos que suba por el canal..., en cuanto a los ciegos y a los cojos, David los aborrece”. Por eso se dice: “Ni cojo ni ciego entrarán en la Casa”. David se instaló en la fortaleza y la llamó Ciudad de David. Edificó una muralla en derredor, desde el Milló hacia el interior. David iba medrando y Yahveh el Dios Sebaot estaba con él».
  • 2S 8,15-16: «Reinó David sobre todo Israel, administrando derecho y justicia a todo su pueblo. Joab, hijo de Sarvia, era jefe del ejército, y Josafat, hijo de Ajilub, era el heraldo».

Como vez, en estos pasajes se nos presenta a Saúl y a David, reyes de los israelitas, al frente del ejército, comandándolo; lo cual era muy común en la antigüedad; vemos, por ejemplo, que cuando Alejandro Magno emprendió la conquista del que sería su vasto imperio, él salió en campaña junto con sus ejércitos, al mando de ellos. Pero, de todos modos, el ejército tenía un “jefe”, es decir, un comandante. Así, pues, una cosa es que Miguel sea “comandante” de los ejércitos celestiales, y otra, muy distinta, que Jesús, Emperador del Universo, por ser tal, tenga la potestad para comandar él mismo a los ejércitos celestiales, sin que ello implique que Jesús y Miguel sean la misma persona.

V.

Insistiendo en la idea anterior, te dirán que en la Biblia se habla lo mismo de “Miguel y sus ángeles” y de “Jesús y sus ángeles”, y que, puesto que en ninguna parte de la Biblia se habla de que haya dos ejércitos de ángeles fieles (uno dirigido por Jesús y otro por Miguel), sino uno sólo; de ello deducen que hay identidad entre las dos personas; para constatarlo, te citarán los siguientes pasajes:

  • Ap 12,7: «Entonces se entabló una batalla en el cielo: Miguel y sus Ángeles combatieron con el Dragón. También el Dragón y sus Ángeles combatieron».
  • 2Ts 1,7: «y a vosotros, los atribulados, con el descanso junto con nosotros, cuando el Señor Jesús se revele desde el cielo con sus poderosos ángeles».
  • Mt 13,41: «El Hijo del hombre enviará a sus ángeles, que recogerán de su Reino todos los escándalos y a los obradores de iniquidad».
  • Mt 16,27: «Porque el Hijo del hombre ha de venir en la gloria de su Padre, con sus ángeles, y entonces pagará a cada uno según su conducta».
  • Mt 24,30-31: «Entonces aparecerá en el cielo la señal del Hijo del hombre; y entonces se golpearán el pecho todas las razas de la tierra y verán al Hijo del hombre venir sobre las nubes del cielo con gran poder y gloria. Él enviará a sus ángeles con sonora trompeta, y reunirán de los cuatro vientos a sus elegidos, desde un extremo de los cielos hasta el otro».
  • 1Pe 3,22: «habiendo ido al cielo, está a la diestra de Dios, y le están sometidos los Ángeles, las Dominaciones y las Potestades».

Según esa lógica, ¿cómo habríamos de interpretar los siguientes pasajes?:

  • Gn 28,12: «soñó con una escalera apoyada en tierra, y cuya cima tocaba los cielos, y he aquí que los ángeles de Dios subían y bajaban por ella».
  • Sal 91,9-11: «…tú que dices: “¡Mi refugio es Yahveh!”, y tomas a Elyón por defensa. No ha de alcanzarte el mal, ni la plaga se acercará a tu tienda; que él dará orden sobre ti a sus ángeles de guardarte en todos tus caminos».
  • Sal 103,20: «Bendecid a Yahveh, ángeles suyos, héroes potentes, ejecutores de sus órdenes, en cuanto oís la voz de su palabra».
  • Ap 3,5: «El vencedor será así revestido de blancas vestiduras y no borraré su nombre del libro de la vida, sino que me declararé por él delante de mi Padre y de sus Ángeles».

Acaso, ¿hemos de suponer entonces que Miguel, Jesús y Yahweh son, los tres, la misma “persona”? Por supuesto que no. Los tres comandan a los ángeles, cada uno según su título particular: Yahweh, por ser su Creador; Cristo, porque ha sido constituido por el Padre como rey del Universo; y Miguel por ser el comandante de los ejércitos celestiales; pero es obvio que, según esta jerarquía, Miguel está sometido a Jesús, y Éste, a su vez, sometido al Padre: «Luego, el fin, cuando entregue a Dios Padre el Reino, después de haber destruido todo Principado, Dominación y Potestad. Porque debe él reinar hasta que ponga a todos sus enemigos bajo sus pies. El último enemigo en ser destruido será la Muerte. Porque ha sometido todas las cosas bajo sus pies. Mas cuando diga que “todo está sometido”, es evidente que se excluye a Aquél que ha sometido a él todas las cosas. Cuando hayan sido sometidas a él todas las cosas, entonces también el Hijo se someterá a Aquél que ha sometido a él todas las cosas, para que Dios sea todo en todo», 1Co 15,24-28); y es claro, según todo esto, que comandan al mismo ejército de ángeles.

VI.

Finalmente, un pasaje bíblico que revoca toda posibilidad de identificar a Jesús con el arcángel Miguel es Hb 1,1-14:

«Muchas veces y de muchos modos habló Dios en el pasado a nuestros Padres por medio de los Profetas; en estos últimos tiempos nos ha hablado por medio del Hijo a quien instituyó heredero de todo, por quien también hizo los mundos; el cual, siendo resplandor de su gloria e impronta de su sustancia, y el que sostiene todo con su palabra poderosa, después de llevar a cabo la purificación de los pecados, se sentó a la diestra de la Majestad en las alturas, con una superioridad sobre los ángeles tanto mayor cuanto más les supera en el nombre que ha heredado. En efecto, ¿a qué ángel dijo alguna vez: Hijo mío eres tú; yo te he engendrado hoy; y también: Yo seré para él Padre, y él será para mi Hijo? Y nuevamente al introducir a su Primogénito en el mundo dice: Y adórenle todos los ángeles de Dios. Y de los ángeles dice: El que hace a sus ángeles vientos, y a sus servidores llamas de fuego. Pero del Hijo: Tu trono, ¡oh Dios!, por los siglos de los siglos; y: El cetro de tu realeza, cetro de equidad. Amaste la justicia y aborreciste la iniquidad; por eso te ungió, ¡oh Dios!, tu Dios con óleo de alegría con preferencia a tus compañeros. Y también: Tú al comienzo, ¡oh Señor!, pusiste los cimientos de la tierra, y obras de tu mano son los cielos. Ellos perecerán, mas tú permaneces; todos como un vestido envejecerán; como un manto los enrollarás, como un vestido y serán cambiados. Pero tú eres el mismo y tus años no tendrán fin. Y ¿a qué ángel dijo alguna vez: Siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por escabel de tus pies? ¿Es que no son todos ellos espíritus servidores con la misión de asistir a los que han de heredar la salvación?».

En este pasaje se declara contundentemente la superioridad de Cristo, no “sobre los demás ángeles” (lo cual implicaría que Jesús es uno de ellos), sino simplemente “sobre los ángeles”, lo cual manifiesta que una es la naturaleza de los ángeles y otra la naturaleza de Jesús.

Aclarado que, de acuerdo con las Sagradas Escrituras, Jesús no es el arcángel Miguel, es posible que surja inmediatamente el cuestionamiento: “Entonces, ¿quién es Jesús?”. Éste es un asunto que trataremos en el próximo artículo.



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Notas:

[1] No especifico cuáles, porque la intención de este blog no es “atacar” ni “combatir” a ningún grupo religioso, sino simplemente ofrecer a los católicos elementos que les permitan tener claridad frente a algunas enseñanzas que los podrían confundir en su fe y, tal vez, hacérsela perder. (Volver).

[2] Mientras no se diga otra cosa, las citas bíblicas son tomadas de la Biblia de Jerusalén, según su edición de 1976. Si tienes una versión de la Biblia distinta a ésta, es posible que encuentres algunas diferencias en la traducción… pero no te dejes confundir por esto: no te fijes tanto en las palabras que se usen o en el orden de la frase, sino que analiza si no estarán diciendo lo mismo de distinta manera… lo importante es que la idea de fondo se conserve. (Volver).

[3] Las referencias bíblicas, cuando se citan por primera vez, aparecerán en negrita; las demás veces que aparezca una referencia ya citada, tendrá el grosor normal. (Volver).